El equipo de oftalmología de AniCura Ocaña Oftalmología Veterinaria atendió a un perro con lagrimeo excesivo y enrojecimiento ocular tras un paseo por el parque, donde pudo haber estado en contacto con esta oruga
La rapidez de actuación de los cuidadores en casos de contacto con la oruga procesionaria es crucial para reducir significativamente las consecuencias. El contacto con estas orugas suele provocar angioedema (hinchazón) y necrosis en la lengua. Sin embargo, en términos oftalmológicos, las áreas más afectadas son la córnea y la conjuntiva. Se trata de una lesión característica en forma de media luna en la córnea, de aspecto blanquecino amarillento, que suele indicar el contacto con la procesionaria y marca el inicio de la necrosis en esa zona.
Recientemente, el equipo de AniCura Ocaña Oftalmología Veterinaria recibió a un perro que presentaba lagrimeo excesivo y enrojecimiento en el ojo izquierdo. “Observamos que los pacientes llegan a consulta con un malestar repentino e intenso, después de haber estado en áreas donde se encuentran estos insectos, ya sea horas antes o el día anterior. Los síntomas incluyen una alta sensibilidad a la luz, lo que les lleva a cerrar los párpados con frecuencia, y un lagrimeo excesivo”, Javier Esteban, Practice Manager de AniCura Ocaña.
Según se realizó el ingreso, y ante la sospecha de contacto con procesionaria, el equipo veterinario procedió a la irrigación continua de la córnea con abundante suero fisiológico para tratar de eliminar el mayor número de tricomas de la oruga. Se observó un edema corneal focal e hiperemia de la conjuntiva. Un examen oftalmológico avanzado con biomicroscopio y lámpara de hendidura reveló la presencia de múltiples filamentos en el estroma corneal. Además, se detectó una degeneración de una parte de la córnea, así como un efecto tyndall en la cámara anterior, signo de presencia de uveítis. Tras ello, el equipo del centro confirmó que el paciente aún mantenía la visión, ya que respondía a la amenaza y el reflejo por deslumbramiento.
Para eliminar los tricomas que aún se encontraban en la córnea, se procedió a la sedación del paciente. El oftalmólogo veterinario, con ayuda de un anestesista y un auxiliar de clínica, realizaron la intervención bajo microscopio quirúrgico. Posteriormente, se administraron antiinflamatorios corticosteroideos para frenar una posible reacción alérgica a los tricomas de la procesionaria y un antibiótico tópico para evitar la contaminación bacteriana.
Menos de un mes después, la córnea recuperó su transparencia y el paciente estaba totalmente recuperado. La rápida actuación de los profesionales de AniCura Ocaña, junto con el uso de eficaces instrumentos para la exploración e intervención del paciente, lograron evitar la necrosis de la córnea y la posible pérdida del ojo.
“Lo más habitual, tras dar el alta, es que quede una cicatriz en la córnea en el punto de contacto más fuerte con la procesionaria. Recomendamos que estos pacientes continúen con un tratamiento de lágrimas artificiales para controlar los síntomas y mejorar el confort ocular durante los meses posteriores al contacto”, finaliza Javier Esteban.