Esta técnica permite diagnosticar fracturas dentales, abscesos de la raíz del diente, tumores que afectan los huesos de la mandíbula, retenciones dentales, etc. Para realizar una radiografía intraoral es necesario disponer de una sala debidamente aislada y la inmovilización del paciente, por lo que suele ser necesaria la sedación del mismo para su correcto posicionamiento. Su gran ventaja es la rapidez en obtener los resultados y su inocuidad para el paciente, pues es una técnica no dolorosa ni invasiva.