Una visita al veterinario no tiene que significar un destino peor que la muerte para nuestro gato. Hay maneras de hacer que el viaje sea más agradable y menos dramático. Aquí hay cuatro consejos simples.
El transporte adecuado
No viajes nunca con el gato suelto en el vehículo. Elige un transportín estable que sea lo suficientemente grande, preferiblemente con una parte superior extraíble. Los gatos tienen un sentido muy sensible del equilibrio y se marean fácilmente en el coche, así que asegúrate de que el transportín permanezca estable durante todo el viaje.
Minimiza el problema del transporte
Pocos gatos pueden llamarse trotamundos urbanos, ya que no les gusta viajar y estar atrapados en una jaula, pero pueden acostumbrarse. Una buena manera es dejar el transportín abierto en una habitación y dentro depositar la manta con la que el gato duerme habitualmente. Entonces, el transportín le resultará familiar al olfato y no se convertirá en algo aterrador que el gato asocie con viajes terroríficos. También puedes rociar el transportín con un poco de feromona calmante, al menos 15 minutos antes de poner a tu gato en él.
Tómatelo con calma
Esto se aplica tanto a la hora de la salida, durante el viaje en sí, como a la llegada al veterinario. Mantén la calma y trata de no estresar a tu gato, y además de elegir la forma más tranquila y calmada de viajar. Puedes cubrir el transportín con una manta durante el viaje y en la sala de espera, ya que esto puede reducir el nivel de estrés del gato.
En el veterinario
Ve directamente al área designada en la sala de espera, coloca el transportín en un banco o similar y evita el contacto con perros curiosos u otros animales. Dentro de la consulta, ayuda al gato a salir del transportín con movimientos tranquilos, nunca tirando de él por el cuello o sacudiendo el transportín.
Estamos seguros que si pones en práctica estos consejos, tu experiencia en el veterinario y la de tu amigo peludo será muchísimo mas tranquila.