La ecografía es una herramienta diagnóstica muy útil y cada vez más empleada en la clínica veterinaria. Se basa en la capacidad de los distintos tejidos de responder (producir “ecos”) ante las ondas sonoras. Cada órgano produce un “eco” distinto según su densidad, y el ordenador lo transforma en una imagen. Esto nos permite ver en tiempo real los órganos internos en dos dimensiones y con una técnica inocua y nada invasiva. También permite hacer mediciones de tamaño, volumen, y por medio del Doppler, valorar uy medir flujos sanguíneos.
Así, podemos examinar fácilmente todos los órganos, su estructura, densidad, tamaño y movilidad, lo que nos permite es valorar si hay lesiones, malformaciones, o alteraciones en la movilidad, pero no vemos si el órgano funciona o no. A veces tampoco podemos saber exactamente qué tipo de lesión es la que vemos. Por tanto, a veces precisa de técnicas complementarias para llegar a un diagnóstico final, como analíticas, biopsias, citologías, …
Para hacer una buena exploración ecográfica, sólo necesitamos que nuestro paciente esté cómodo, tumbado de lado o boca arriba. Normalmente están tranquilos, ya que no es nada molesta. Es conveniente rasurar o en su defecto humedecer bien la zona con alcohol, ya que el aire que se acumula entre el pelo impide la emisión de las ondas. Si el paciente permanece tranquilo, un examen rutinario no debe durar más de 10 o 15 minutos. El resultado de la prueba es inmediato y el veterinario es capaz de dar un diagnóstico o aproximarlo bastante.
Por tanto, es una prueba muy útil antes de determinadas intervenciones quirúrgicas, para detectar anomalías anatómicas, tumores, lesiones internas producidas por traumatismos, además de para diagnóstico de gestaciones y detección de posibles problemas en ésta. También es útil para completar diagnósticos dados por analíticas, radiografías, etc.
